Me costó un tiempo entenderlo. A día de hoy me sigue fascinando pensar en la cantidad de fotos que me perdí durante mi cabezonería. De esas que aparecen delante de uno y, en lo que piensas «si tuviera la cámara conmigo…», ya se han esfumado. Y mientras tanto, ese colega inteligente llamado iPhone, no para de recochinear que él siempre ha estado ahí, esperando al lado del paquete.
Aquí comparto fotografías que he ido haciendo con él.